“No se ha detectado un incremento de la mortalidad por cáncer asociada al funcionamiento de las instalaciones”. Esta es la conclusión del estudio epidemiológico sobre el posible impacto de las instalaciones nucleares y radiactivas del ciclo de combustible sobre la salud de las personas que encargó el Consejo de Seguridad Nuclear al Instituto de Salud Carlos III a petición del Congreso de los Diputados.
El objetivo del estudio consistía en examinar la posible relación entre el funcionamiento de las centrales nucleares y la proliferación de diversos tipos de cáncer en las poblaciones próximas a las instalaciones.
La investigación confirma que las centrales nucleares no suponen ningún riesgo para la salud humana, puesto que “las dosis estimadas acumuladas que habría recibido la población de las áreas de estudio a causa del funcionamiento de las instalaciones son muy reducidas”. En concreto, el informe final destaca que las dosis detectadas son “extraordinariamente bajas”. Además, la dosis efectiva derivada de la exposición a la radiactividad de origen natural “es de promedio unas 300 veces mayor que la debida a la exposición producida por los efluentes emitidos por las centrales”.
El estudio, que abarca un análisis desde 1975 a 2003, se ha realizado en 1.000 municipios y a más de 8 millones de personas. Para ello, se ha establecido un radio de 30 kilómetros alrededor de cada central nuclear estudiada, y se ha comparado con la población de una zona de control con características similares pero sin centrales nucleares en su área de influencia. En la investigación no solo se han tenido en cuenta las propias centrales, sino también instalaciones de combustible nuclear como fábricas de concentrados de uranio o almacenes como el de El Cabril.